
EL ODIO A LA DEMOCRACIA
Jaques Ranciere
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No hay más que una democracia buena, la que reprime la catástrofe de la civilización democrática
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La palabra democracia no designa una forma de sociedad ni una forma de gobierno. Las sociedades están organizadas por el juego de las oligarquías.
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La democracia directa era donde la población de los hombres libres podía reunirse en un solo lugar. Para las naciones y sociedades modernas sólo conviene la democracia representativa.
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La elección ya no es en sí una forma democrática por la cual el pueblo hace escuchar su voz. Es la expresión de un consentimiento que un poder superior demanda y que verdaderamente no es tal más que si es unánime.
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El movimiento democrático es un doble movimiento de trasgresión de los límites, un movimiento para extender la igualdad del hombre público a otros dominios de la vida común.
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La dualidad del hombre y del ciudadano ha podido servir a la construcción de sujetos políticos, pone en escena y en causa la doble lógica de la dominación, que separa al hombre público del individuo privado para asegurar mejor la misma dominación.
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Los gobiernos se ejercen siempre de la minoría a la mayoría. El «poder del pueblo» es heterotópico a la sociedad no-igualitaria como al gobierno oligárquico.
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La representación es en su origen el opuesto exacto de la democracia.
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Democracia: formas jurídico-políticas de las constituciones y las leyes estatales no reposan jamás sobre una sola y misma lógica.
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Democracia representativa es una forma mixta: una forma constitucional del Estado, inicialmente fundada sobre el privilegio de las elites «naturales», y desviada poco a poco de su función por las luchas democráticas.
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La democracia no puede identificarse jamás con la simple dominación de lo universal sobre lo particular. Porque lo universal es sin cesar privatizado que actúa en el Estado como en la sociedad.
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República es un término equívoco, porque la palabra república no puede significar simplemente el reino de la ley igual para todos.
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La república es un régimen de homogeneidad entre las instituciones del Estado y las costumbres de la sociedad.
